La historicidad de la leyenda
Los romances en España, según Ramón Menéndez Pidal datan por lo común del siglo XV, a todo más al XIV. El campo de inspiración de estos romances son los temas conservados en la épica española desde el siglo VII, con el rey Rodrigo, hasta el XI, con el Cid. Esto significa que los romances son derivaciones de antiguos poemas épicos, y algunos romances viejos vienen a ser fragmentos del poema original.
Desde tiempos inmemoriales, las hazañas de los héroes han sido materia del canto popular y fundamento de la memoria colectiva. Las acciones de estos héroes quedaban en la memoria a través de los cantares repetidos por poetas o juglares. Estos cantares de gesta eran, por lo general, relatos que se situaban en épocas remotas y que tenían por finalidad dejar constancia de hazañas heroicas. Con el tiempo, el valor y la fama de los héroes se acrecentaron.
En España, las luchas entre los diferentes reinos y las guerras en contra de los moros facilitaron el rápido traspaso de las escenas históricas al territorio de las leyendas. Tal es el caso del héroe Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador y de los Siete Infantes de Lara.
La leyenda de los siete infantes de Lara se sitúa en el último tercio del s.X, en tiempos del conde Garcí Fernández. Tiempos duros para los castellanos que reflejan perfectamente no solo un singular periodo de larga paz entre los cristianos del norte y el califato cordobés, sino también de sumisión a los califas Abderramán III y Alhakén II desde 959 hasta 974, quince años de hegemonía de Córdoba sobre todos los estados cristianos del norte. Reyes y condes cristianos subordinados, acuden continuamente con sus embajadas al trono del califa en el palacio de Azahara.